A casi dos años y medio de “gobierno del cambio” asistimos hasta con espanto la manera como el país está sufriendo, más una vez, con las políticas de un gobierno que prometió el cielo y la tierra, “el cambio” como ellos lo llaman, sin que para tanto consigamos ver las transformaciones que el país necesita desde que dejó de ser colonia en 1821. Sólo para completar nuestra desgracia nacional, la tormenta tropical “Mauricio Funes”, como me gustaría bautizarla dado que nadie se dio al trabajo de darle un nombre, azotó al país dejando un rastro enorme de pérdidas materiales y humanas.
Recientemente leía las declaraciones de dos señoras que militan en los dos grandes partidos que dominan la política en el país; más específicamente me refiero a Milena Calderón Sol, por el partido Arena, y Lorena Peña, por el FMLN. Conforme registró el diario digital Contrapunto en la publicación “Consenso necesario para reactivar la economía” (http://bit.ly/pgWL2t), la diputada Calderón Sol afirmó que “la situación no tiene nada que ver con el modelo”, al referirse a la dificultad que el gobierno actual enfrenta en reactivar la economía, y reiteró la diputada “El empleo no aumenta con fuerza porque hay baja inversión por la desconfianza, no es cosa de modelo”. Por su parte, la diputada Lorena Peña declaró: “El presidente está siendo muy responsable. Estamos tratando de afrontar la crisis y cumplir los compromisos internacionales y de combate a la pobreza sin golpear el modelo”, para luego en seguida, contradictoriamente, atacar aquello que llama de responsabilidad: “Pero el modelo es desestabilizador… es un modelo perverso que genera violencia”. Pero yo me pregunto, cómo es posible llamar de responsabilidad por parte del presidente el preservar un modelo que es desestabilizador, perverso y que genera violencia, y confieso al lector que hasta el momento no encontré respuestas, porque a pesar de la aparente discordancia entre las diputadas en relación al modelo vigente en el país, es necesario destacar que la discordancia es apenas ideológica porque en la práctica la diputada Peña concuerda con el presidente Funes y con la diputada Calderón Sol en la preservación del modelo, y a tal preservación ella llama de “responsabilidad”.
Delante de ese cuadro yo pregunto, ¿qué alternativas tienen las dos mayores fuerzas políticas para ofrecerle al país? Y yo sentencio de antemano: NINGUNA.
Los problemas del país no se resuelven apenas con incentivos a la economía, o con inversión sea esta pública o privada para reactivar la economía, ni con más crédito, ni mucho menos con el tal asocio para el crecimiento (APP). Lo que necesitamos urgentemente son nuevas agremiaciones políticas que que reconozcan ante de más nada que el modelo está equivocado, y que presenten propuestas concretas para realmente efectuar cambios estructurales en el país.
Nuestras bases están equivocadas, no podemos hablar de competitividad con millares de analfabetos o gente que mal acabó el sexto grado; no podemos hablar de equidad y justicia social cuando tenemos personas ganando menos de US$5 por día; no podemos hablar de comercio exterior cuando se han firmado tratados de libre comercio con países con los cuáles no tenemos las menores condiciones de competir, porque ellos se encuentran en un avanzado estado de la tecnología, y muchas veces su producción, como es el caso de la agricultura en Europa y Estados Unidos, es subsidiada; no tenemos siquiera garantías de salir por la mañana y volver por la noche a nuestras casas sanos y salvos, dada la precaria o inexistente seguridad que el gobierno le ofrece al ciudadano; cómo podemos hablar de crecimiento económico sostenible si nuestra mano de obra no es calificada, nuestro parque tecnológico es precario, nuestro sistema de educación es desigual y apenas accesible para quien lo puede pagar.
Como ya fue dicho, las principales agremiaciones políticas del país, delante de su insistencia en preservar ese modelo de explotación e injusticia, carecen de propuestas que realmente puedan promover el cambio, por lo cual es un imperativo que otras se levanten con verdaderas alternativas de impacto histórico. Pero no apenas eso, porque más allá de las nuevas agremiaciones es el pueblo quién tiene que asumir las riendas de su destino, tiene que concientizarse de sus necesidades, tiene que elaborar su propia agenda y parar de esperar que los políticos lo hagan por él, porque de esas aguas amargas ya lo sabemos, no saldrá agua dulce. Es necesario que el pueblo comience a demandar, a exigir aquello que por derecho le pertenece, porque, contradictoriamente a lo que muchos alegan es la gente, y no el empresariado, que genera la riqueza en el país.
Respondan ustedes señores cabeza de Excel, ¿qué sería del empresario sin la mano de obra del trabajador? ¿Quién cortaría el café? ¿Quién ordeñaría las vacas? ¿Quién construiría las carreteras, los edificios, las escuelas y las universidades a las cuales muchas veces los hijos del trabajador no pueden acceder? ¿Quién trabajaría como secretaria? ¿Quiénes serían los cajeros de bancos? ¿Quién les enseñaría las primeras letras a sus hijos? ¿Quién haría los programas de computación para la automatización de sus empresas? ¿Quién manejaría los buses que precariamente hoy en día llevan al trabajador de la casa a los lugares de trabajo? No señores, no es la gallina de los huevos de oro, es el trabajador, y el trabajador es merecedor de un salario justo.
No nos engañemos, no será esperando por el próximo locutor o comentarista de televisión o por los próximos “revolucionarios” que las transformaciones necesarias llegarán. Las transformaciones llegarán cuando el pueblo mismo, desde abajo, las conquiste, luche por ellas, sólo cuando hayamos definido nuestras prioridades estaremos listos para pensar en la agremiación política que mejor podrá representarnos, ya sea en el Ejecutivo o en el Legislativo. Democracia no se hace a cada 5 años, democracia es poder del pueblo y el poder, además de ser participativo, se ejerce en el día a día, desde abajo, desde el barrio, desde el equipo de futbol, desde el sindicato, en las calles, en las fiestas patronales, en el lugar de trabajo, etc.
Sin un cambio de modelo nuestra situación no va a cambiar, pero ese cambio no vendrá de los políticos, ese cambio lo tenemos que efectuar nosotros mismos, el pueblo salvadoreño.
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