Saturday, 15 October 2011

Lucha de clases


En reciente debate en el blog de Política Stereo en Facebook, a raiz del artículo “Asesores de pobreza, delincuencia, sangre y muerte”, en el cual el autor teje una serie de críticas a los gobiernos de derecha que el país sufrió durante las 4 administraciones anteriores (obviamente no hizo mención a todos los otros gobiernos de derecha desde que El Salvador dejó de ser colonia), uno de los participantes del debate generado en el espacio de los comentarios sugería como solución para superar los problemas del país 4 puntos, de los cuáles me llamó la atención uno en particular: “El unirse en torno de los temas de país”, independiente de colores partidarios y posiciones de izquierda y derecha. A pesar de oportuna y atinada la propuesta me parece que no puedo concordar con ella, o por lo menos no totalmente, y expongo a seguir mis razones.
La primera y principal dificultad que encontramos al querer unirnos en torno de los problemas de país, (o temas si así se desea el lector), es que estos no son los mismos para todos,  por ejemplo, no se puede decir que un morador de la San Benito tenga los mismos problemas que otro de la Zacamil o de la Campanera. O alguien que tiene la mesa servida con todas las de la ley para el desayuno de esta mañana no tiene los mismos problemas que alguien que no tiene siquiera para darle un vaso de leche a sus hijos o que mal sabe si va a haber dinero suficiente para el almuerzo. De igual forma, los problemas no son los mismos para una madre que tiene tres hijos de los cuales por desgracia talvez dos son mareros y el más pequeño apenas está esperando crecer para ingresar a las "filas", mientras que otra madre que también tiene tres hijos, 2 de ellos están estudiando en el Liceo Salvadoreño y más uno a punto de egresar de la UCA.
Con ejemplos simples y concretos se puede probar fácilmente que los problemas no son los mismos para todos, y es por eso que se torna difícil unirse en torno de los mismos temas de país, porque muchas veces lo que para uno es un problema, para el otro es solución, ¿perdón, que ha dicho usted?  Veamos: Para unos, no pagar los impuestos debidos al país es solución para aumentar sus lucros y garantizar el holgado nivel de vida que llevan (lo que no quiere decir que bajaría su nivel si pagaran lo justo), mientras que para otros los impuestos que aquel dejó de pagar le habrán de costar la falta de salud, educación e infra-estructura en el barrio pobre donde reside. Más un ejemplo, para un empresario que sangra a sus empleados con salarios bajos mantener la situación como está es una solución para garantizar sus lucros elevados, mientras que para el trabajador que está siendo explotado es un problema, porque con US$200 mal consigue pagar la comida de la familia, el alquiler, agua, luz, gas, etc., por cierto, antes que alguien se dé a la molestia de acusarme de comunista o de perturbador del orden económico establecido, le sugiero que haga las cuentas para saber que es lo que consigue pagar con US$200, con suerte le alcanzará para la gasolina y para el café expreso de cada día en la estación gasolinera de su preferencia.
Ese conflicto constante entre grupos sociales con intereses antagónicos (y antagónico no es lo mismo que diferente) es lo que se conoce como lucha de clases, y esto, contrario a lo que muchos afirman, no es algo que se fomenta, no es algo deseable, es apenas una realidad en un país tan desigual como el nuestro donde los intereses del patrón y del trabajador son indudablemente antagónicos. Mientras el trabajador quiere ganar por lo menos un salario digno, el patrón lo explota  amparado por un sistema legal injusto que le permite pagar un salario de miseria (el así llamado salario mínimo, que por cierto es inferior a los US$200 antes mencionados).
¿Cómo es posible, delante de ese cuadro, no hablar de lucha de clases? ¿De qué manera podríamos entonces unirnos en torno de los mismos temas? Ese es sin duda uno de los grandes desafíos que tenemos por delante.
Vivimos innúmeros levantamientos populares y el más reciente, la guerra civil en la década de los 80, tampoco fue capaz de superar esa lucha de clases, que no es sino la opresión del más poderoso, del dueño de los medios producción, sobre el trabajador que apenas cuenta con su fuerza de trabajo, acción necesaria para transformar la naturaleza. Sin trabajo no hay transformación de la naturaleza y sin esa transformación no hay generación de riqueza. No se engañe señor lector, la bolsa de valores no genera riqueza, muy por el contrario, extrae la riqueza generada por el trabajo y es por esa razón que la manera perversa como el mercado financiero opera apenas perpetua la opresión y las desigualdades, generando crisis atrás de crisis aumentando a cada día más el abismo que separa a los pobres - quienes con su trabajo generan riqueza - de los ricos.
Para nuestro infortunio, ni la guerra ni la paz han sido capaces de superar la lucha de clases que muchos insisten en negar, e indiscutiblemente superarla significa: darle más a los que tienen poco o nada y hacer con que los dueños de los medios de producción, el empresariado, los patrones, paguen salarios dignos; hacer con que los gobernantes creen leyes laborales justas, no a la medida y voluntad de los patrones, mas principalmente para proteger al trabajador de los abusos e injusticias de sus jefes; hacer con que el empresariado pague los tributos debidos de tal suerte que la nación deje de ser cargada fiscalmente en los hombros del trabajador.
Superar la lucha de clases es también superar la corrupción endémica que asola las arcas del estado; superar la lucha de clases, no es sino hacer un país más justo para todos, donde todos puedan gozar de los frutos que la naturaleza, que el suelo, que las riquezas de nuestra tierra le ofrecen a todos indiscriminadamente.
¿Delante de ese cuadro, es posible unirnos como nación en torno de los mismos temas? Supongamos que sí, pero irremediablemente las soluciones apuntadas tendrían que comenzar por una redistribución de la riqueza generada por el sudor del trabajador salvadoreño. Cualquier otra medida propuesta que no toque en ese punto está condenada a retroalimentar el sistema de opresión y explotación en el que nos encontramos sumergidos desde hace siglos.
Edwin Lima

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