"A mi ver la diferencia fundamental estriba en el hecho de que no sería una organización vertical y sí horizontal, una organización que preconizaría el poder del pueblo y por el pueblo, y no del partido y su cúpula. Una organización popular no podría depender de gurús, de iluminados, de héroes “revolucionarios” que por sus méritos tienen acceso vitalicio al poder, hasta que la muerte los separe. Una organización popular tiene que partir del principio que nada sabe, que quién sabe la voluntad del pueblo es el pueblo, y es éste quien tiene la primera y la última palabra."
Se ha venido
insistiendo en los últimos días sobre la necesidad de crear un nuevo partido
político, un nuevo frente que se aleje del actual modelo que ve en el partido y
en la toma del poder por la vía electoral (¿?) un fin en sí mismo.
La idea de una
nueva organización no puede partir de los principios de antemano establecidos,
un grupo formado por iluminados (la cúpula) que se creen los portadores de la
verdad absoluta a quienes no se les puede cuestionar, basado en el único hecho
de los laureles adquiridos durante la guerra civil(¿?), eso cuando se trata de
los grupos de izquierda; o en el caso de la derecha, porque son los detentores
del poder económico razón por la cual entran en la política para representar
sus intereses corporativos, y así pasar a legislar en su favor.
Sobre la derecha
representada políticamente en los partidos actuales no hay mucho qué decir,
porque ellos desde siempre han estado ahí para representar los intereses de los
grupos de poder económico. Durante décadas usaron el poder militar para someter
a los pobres y así mantener el control económico del país y hoy en día hacen
uso masivo de la prensa, de la propaganda engañosa y del poder económico que
poseen por el simple hecho de ser los dueños de los medios de producción.
Con la firma de
los acuerdos de paz se le permitió a la izquierda “revolucionaria”, interna y
externamente, pasar a competir por su parte del pastel en la corrida electoral,
objetivo que la izquierda mayoritariamente representada por el FMLN alcanzó con
éxito, pasando así a formar parte de la partidocracia. ¿Pero qué es la
partidocracia? La palabra lo dice todo, es el poder del partido, partido que
consistentemente se esfuerza en ignorar la voluntad popular. La partidocracia parte
del principio que, mismo sin consultar, ellos saben lo que es mejor para el
pueblo y hacen uso del voto popular para perpetuarse en el poder. Para tal fin
perpetuán los mecanismos de dominación inicialmente erigidos por la derecha
pero ahora usados a todo vapor por la izquierda en el poder.
¿Pero, atiende
esa izquierda representada por el FMLN a los intereses populares? ¿Ha llegado
el tan esperado cambio al país después que el Frente llevó a Mauricio Funes Bonaparte al poder? Evidentemente que no, por mucho que los personeros
del Frente se esfuercen en hacerle creer a la gente que pese a los atropellos
constitucionales que ellos mismos han patrocinado (decreto 743), o a la
tolerancia que tienen para con la corrupción; al autoritarismo y verticalismo
que caracteriza la institución partidaria roja; a la militarización de la
seguridad pública, acerca de la cuál ellos tímidamente se pronuncian, sin que
eso los lleve a rebelarse contra ese gobierno y pasar a la oposición, situación
que pondría en jaque su parte de poder en el pastel de la partidocracia; pese
también al enriquecimiento ilícito de los miembros de la cúpula, que
actualmente ostentan un aumento exponencial de sus bienes, sin que lo mismo
esté sucediendo con las personas que dicen representar. Es ese el cuadro clínico
de la izquierda partidaria representada por el FMLN.
Sin embargo, al
criticar la partidocracia, al criticar la manera como estos partidos políticos
llegan al poder, através del sufragio, debemos tener cuidado para no caer en la
armadilla repetida por muchos que las “elecciones burguesas” no sirven a los
procesos revolucionarios, porque si éstas no sirven se les pregunta a estas
personas, como pretenden eventualmente llegar al poder, ¿através de un golpe de
estado? ¿De otra guerra civil? ¿De un levante popular? ¿De qué manera, sino
através del voto popular, de la voluntad popular, se pretende elegir alcaldes,
diputados y quien sabe un día un presidente? La respuesta espero que la aporten
los críticos de las “elecciones burguesas”.
Pero entonces, si
una nueva organización político-partidaria también usaría de los mismos
mecanismos democráticos para alcanzar el poder, ¿en qué se diferenciaría de las
organizaciones actuales?
A mi ver la
diferencia fundamental estriba en el hecho de que no sería una organización vertical y sí
horizontal, una organización que preconizaría el poder del pueblo y por el
pueblo, y no del partido y su cúpula. Una organización popular no podría
depender de gurús, de iluminados, de héroes “revolucionarios” que por sus
méritos tienen acceso vitalicio al poder, hasta que la muerte los separe. Una
organización popular tiene que partir del principio que nada sabe, que quién
sabe la voluntad del pueblo es el pueblo, y es éste quien tiene la primera y la
última palabra.
La única manera
de enfrentar a los poderes económicos hegemónicos es através de la organización
popular, y no através de la organización COPULAR, hay una P que hace la gran
diferencia en la palabra y esta debe ser entendida en su mayor expresión. No es
posible imaginar que todas las batallas serán ganadas en la Asamblea
legislativa, la Asamblea debe ser lugar para homologar luchas populares y no
para comenzarlas, ejecutarlas y conquistar-las. Mientras la gente no recupere
el control de su destino, mientras la voluntad y la organización popular estén
en manos de una organización de pseudo-izquierda, que continúa haciendo
alianzas, no con el pueblo en las calles, sino con lo peor de la derecha
política en la Asamblea y en los bastidores del poder, la situación no va a
cambiar.
Las próximas elecciones(más de lo mismo) y el gobierno “del cambio” son prueba concreta que el camino de la
partidocracia está equivocado, tenemos que pensar urgentemente de qué manera
podemos cambiar esa situación, pero la urgencia no puede ser justificativa para
el arrebato, para que al final acabemos cayendo en la misma armadilla que otras
organizaciones que se desgarraron del FMLN cayeron por la única y simple razón
que discordaron de la cúpula pero no rompieron con la partidocracia.
El momento
actual, a diferencia de la realidad de la guerra civil y la pre-guerra, nos es
favorable. Tenemos la libertad de expresar las ideas, de congregarnos, de
organizarnos pero talvez el mayor enemigo a la hora de organizar un nuevo
partido político de izquierda no sea exactamente la oligarquía y la derecha
política, como lo fue en el siglo XX, sino que la propia izquierda oficial la
cual se auto atribuye el monopolio del ser izquierda en El Salvador.
Pero, ¿por dónde
comenzar?
Edwin Lima
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