El 15 de
septiembre de 1821 las Provincias Unidas de América Central declararon la independencia del Reino de
España, hecho que las deja ante el dilema de continuar unidas, separarse o anexarse a México. El desenlace es por todos conocido, y a casi 200 años de la firma del acta de
independencia, América Central continua sin conseguir resolver su crisis de
identidad, entre continuar como lo que es, naciones independientes, o unirse,
juntar esfuerzos y formar una única nación federada.
Y como siempre, a
cada 15 de septiembre, volvemos a los mismos festejos de la independencia, los
desfiles, los adornos azul y blanco, el agonizante nacionalismo, la semana de
la independencia, pero también los debates sin fin sobre si de hecho hubo
independencia en 1821 o no.
Creo que los
cuestionamientos son válidos desde que las cosas sean puestas en su debida
perspectiva. La independencia de América Central, nos guste o no, alcanzó los
objetivos que los próceres tenían en mente: libertarse del yugo de la corona
española, y en ese sentido cualquier otra cosa que podamos esperar queda fuera
de lugar. Y aunque alcanzar la independencia de España no implicó en la
liberación del pueblo, me temo que continuar bajo el yugo de la corona española
podría haber sido aún peor para las provincias unidas de América Central. En
ese sentido, creo que es importante colocar las cosas en perspectiva y exigirle
a la historia, sin anacronismos, aquello que ella, en su momento, pudo aportarnos
y no aquello que nosotros con los ojos puestos en el espejo retrovisor le
exigimos hoy.
A los criollos les
interesaba poder comerciar directamente con otros países y no apenas a través
de la corona española. Les interesaba encontrar otros puertos en Europa para
poder vender sus productos, y no apenas a través del puerto de Cádiz. A ellos
les interesaba dejar de pagarle tributo a una corona que no les aportaba
absolutamente nada; la colonia para ellos había llegado a su fin y ahora la
independencia era inminente. Con la revolución francesa, seguida de las
invasiones de Napoleón, tanto la corona española como la portuguesa estaban
debilitadas y para las colonias ese era el momento ideal para alcanzar su
independencia, razón por la cual no es coincidencia que todos los movimientos de
independencia de América Latina hayan tenido lugar en el mismo período.
“…lo mande publicar para prevenir las
consecuencias, que serian temibles en el caso de que la proclamase de hecho el
mismo pueblo”, así quedaba de
antemano plasmado en el acta de independencia el límite de la emancipación,
pero también en ese mismo documento nos relataban los próceres que el pueblo igualmente
quería la independencia y clamaba por ella: “oído el clamor de Viva la Independencia repetía de continuo el
pueblo que se veía reunido en las calles, plaza, patio, corredores y antesala
de este palacio”.
El pueblo efectivamente quería la independencia de España, aunque talvez no
supiera su verdadero alcance, pero ante la frustración de las expectativas algunos
años más tarde el levantamiento de los Nonualcos nos mostraría que el pueblo
entendió, mucho más que nosotros, que el alcance de esa emancipación era
limitado y que no sería sino el propio pueblo el que tendría que alcanzar su
propia independencia, las clases dominantes no lo harían por él.
Tales intentos
continuaron hasta que llegamos a la década de los 80 en pleno siglo XX cuando
más una vez el pueblo consciente de ser autor de su propia emancipación se
levanta contra las clases dominantes en busca de su independencia, la cual
sería más una vez frustrada por los “próceres” de nuestros días, que con mucha
más conciencia (y astucia) escogen por el camino más corto para la paz, el del
fin de la guerra y no de la injusticia por la cual pretensamente luchaban. Y
así como sucedió en 1821, el 16 de enero de 1992 el pueblo también gritaba “vivan
los acuerdos de paz” en los patios, en las plazas y parques y en las calles de
todo El Salvador, para que apenas algunos meses más tarde tomara conciencia que
su verdadera independencia no había llegado.
Frustrados más
una vez no nos toca sino reconocer, y hasta lamentar, el alcance de los
acuerdos de paz de 1992 y de la independencia de 1821. Pero con el mismo
espíritu de los Nonualcos debemos continuar luchando por nuestra verdadera
emancipación hasta que la justicia social impere en nuestras sufridas tierras.
Edwin Lima
edwinlima.blogspot.com
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