Sunday, 15 September 2013

EL ESPÍRITU DE LA INDEPENDENCIA DE 1821


El 15 de septiembre de 1821 las Provincias Unidas de América Central  declararon la independencia del Reino de España, hecho que las deja ante el dilema de continuar unidas, separarse o anexarse a México. El desenlace es por todos conocido, y  a casi 200 años de la firma del acta de independencia, América Central continua sin conseguir resolver su crisis de identidad, entre continuar como lo que es, naciones independientes, o unirse, juntar esfuerzos y formar una única nación federada.

Y como siempre, a cada 15 de septiembre, volvemos a los mismos festejos de la independencia, los desfiles, los adornos azul y blanco, el agonizante nacionalismo, la semana de la independencia, pero también los debates sin fin sobre si de hecho hubo independencia en 1821 o no.

Creo que los cuestionamientos son válidos desde que las cosas sean puestas en su debida perspectiva. La independencia de América Central, nos guste o no, alcanzó los objetivos que los próceres tenían en mente: libertarse del yugo de la corona española, y en ese sentido cualquier otra cosa que podamos esperar queda fuera de lugar. Y aunque alcanzar la independencia de España no implicó en la liberación del pueblo, me temo que continuar bajo el yugo de la corona española podría haber sido aún peor para las provincias unidas de América Central. En ese sentido, creo que es importante colocar las cosas en perspectiva y exigirle a la historia, sin anacronismos, aquello que ella, en su momento, pudo aportarnos y no aquello que nosotros con los ojos puestos en el espejo retrovisor le exigimos hoy.

A los criollos les interesaba poder comerciar directamente con otros países y no apenas a través de la corona española. Les interesaba encontrar otros puertos en Europa para poder vender sus productos, y no apenas a través del puerto de Cádiz. A ellos les interesaba dejar de pagarle tributo a una corona que no les aportaba absolutamente nada; la colonia para ellos había llegado a su fin y ahora la independencia era inminente. Con la revolución francesa, seguida de las invasiones de Napoleón, tanto la corona española como la portuguesa estaban debilitadas y para las colonias ese era el momento ideal para alcanzar su independencia, razón por la cual no es coincidencia que todos los movimientos de independencia de América Latina hayan tenido lugar en el mismo período.

“…lo mande publicar para prevenir las consecuencias, que serian temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”,  así quedaba de antemano plasmado en el acta de independencia el límite de la emancipación, pero también en ese mismo documento nos relataban los próceres que el pueblo igualmente quería la independencia y clamaba por ella: “oído el clamor de Viva la Independencia repetía de continuo el pueblo que se veía reunido en las calles, plaza, patio, corredores y antesala de este palacio”. El pueblo efectivamente quería la independencia de España, aunque talvez no supiera su verdadero alcance, pero ante la frustración de las expectativas algunos años más tarde el levantamiento de los Nonualcos nos mostraría que el pueblo entendió, mucho más que nosotros, que el alcance de esa emancipación era limitado y que no sería sino el propio pueblo el que tendría que alcanzar su propia independencia, las clases dominantes no lo harían por él.

Tales intentos continuaron hasta que llegamos a la década de los 80 en pleno siglo XX cuando más una vez el pueblo consciente de ser autor de su propia emancipación se levanta contra las clases dominantes en busca de su independencia, la cual sería más una vez frustrada por los “próceres” de nuestros días, que con mucha más conciencia (y astucia) escogen por el camino más corto para la paz, el del fin de la guerra y no de la injusticia por la cual pretensamente luchaban. Y así como sucedió en 1821, el 16 de enero de 1992 el pueblo también gritaba “vivan los acuerdos de paz” en los patios, en las plazas y parques y en las calles de todo El Salvador, para que apenas algunos meses más tarde tomara conciencia que su verdadera independencia no había llegado.

Frustrados más una vez no nos toca sino reconocer, y hasta lamentar, el alcance de los acuerdos de paz de 1992 y de la independencia de 1821. Pero con el mismo espíritu de los Nonualcos debemos continuar luchando por nuestra verdadera emancipación hasta que la justicia social impere en nuestras sufridas tierras.


Edwin Lima
edwinlima.blogspot.com

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