La revelación es
un evento único, no se repite con frecuencia, los dioses apenas se revelan
cuando se les antoja y el día que resuelven desvendar los misterios de la
existencia y del universo, no podemos sino abrir los oídos y escuchar lo que
nos quieren decir.
Fue eso lo que me
pasó el otro día mientras esperaba el tren, y no fue exactamente con los dioses.
De repente escucho una pareja de brasileños hablando en portugués, y por el
acento, noté que eran oriundos de la región Norte de Brazil. Parecían una
pareja de gente simple, humilde, gente trabajadora que tiene que sudar la gota
gorda para llevar el pan a la mesa, o quien sabe para poder ayudar a su familia
en el exterior, y su manera de hablar y vestir me llevaron a esa conclusión.
El tren llegó y
resolví sentarme junto con ellos para saludarlos, preguntarles de donde eran,
si vivían en el barrio, que los había traído por estas latitudes, las típicas
preguntas que uno hace cuando conoce a otro inmigrante, y fue así como me
comentaron que estaban acá hacía ya unos cinco años, y como era difícil también
para ellos acostumbrarse a las diferencias culturales, al clima, a la comida, a
la gente, y como habían cosas que les gustaban, las cosas que no existían en su
país, sobre cómo, en su visión, el Estado en este país sí velaba por su gente,
diferente de lo que sucede en Brazil me decían, donde la gente se siente
abandonada a su propia suerte, prueba de ello me comentaban, es la violencia
que crece descontrolada por todo el país, las largas filas en los hospitales, o
la corrupción que corre suelta en el Congreso Nacional, las alcaldías, las
organizaciones públicas. Concordamos en todo, no había manera de discordar de
esa visión, pero el muchacho fue más allá y “radicalizó”, la única solución
para Brasil, me decía, es cuando se acaben los políticos, el día que ellos no
anden con guardaespalds el pueblo los mata, y cuando acabemos con los políticos,
cuando el pueblo comience realmente a gobernar, entonces Brazil cambiará de
verdad.
Me impresionó su
radicalidad, pero a final de cuentas, pensé conmigo mismo, quizás él no esté
tan equivocado, los políticos han hecho del Estado un burdel y mientras no se
les expulse la situación de nuestra sufrida América Latina no va a cambiar.
El trayecto en el
cual seríamos compañeros de viaje era corto, y así por tanto este texto. No les pregunté el nombre, no tuvimos tiempo de presentarnos formalmente, pero antes
de acabar el corto viaje el muchacho me dijo: el pueblo tiene que despertar y
cuando despierte las cosas cambiarán, NUESTRA ÚNICA ARMA ES LA CONCIENCIA,
remató. Congelé, se me erizaron los pelos, pensé conmigo mismo y me dije, este
sí que sabe el camino, sin grandes teorías, sin grandes elucubraciones, sin
mucha filosofía, sin Marx o Engels a su lado, él ha entendido de manera
intuitiva y clara que mientras nuestra conciencia esté adormecida, mientras no le
arrebatemos el poder a los políticos, las cosas no cambiarán.
Sí le dije, la
conciencia es nuestra única arma, hay que despertarla por tanto.
Edwin Lima
edwinlima.blogspot.com
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